Me han llamado la atención que en España, con motivo del debate sobre la maternidad subrogada, haya surgido una fuerte oposición por parte de grupos feministas vinculados a lo que, hasta ahora, se llamaba izquierda política. Se argumenta –con toda razón- que el cuerpo de la mujer no es una mercancía, que el alquiler de vientres lleva a la explotación de mujeres vulnerables y que el altruismo -en este campo- es un tapadera: se hace por dinero.