Pornografía en adolescentes: un reto para los padres

Psiquiatras expertos alertan de consecuencias negativas asociadas al consumo de pornografía entre los adolescentes, tales como baja autoestima, frustración, agresividad sexual, distorsión de los roles de género y adicción, entre otros. En medio de esta gran preocupación, la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), en España, ha publicado un revelador informe titulado “Guía para Familias: Adolescentes y uso de Pornografía”, en el que se aborda el impacto de la pornografía en los adolescentes, los desafíos asociados a su acceso temprano y frecuente, y se ofrecen herramientas prácticas para que las familias afronten esta problemática.

Niños y adolescentes acceden a la pornografía a edades cada vez más tempranas: el estudio de la UNIR evidencia que el 70% de los adolescentes comienza a consumir este tipo de contenido antes de los 13 años. La proliferación de dispositivos móviles y plataformas sin restricciones eficaces, junto a la falta de una adecuada supervisión por parte de los padres, han hecho que niños y adolescentes se enfrenten a la pornografía en edades impensables hace apenas una década.

La primera exposición ocurre muchas veces de forma accidental, pero en ausencia de una orientación adecuada, los adolescentes terminan normalizando este consumo y viéndolo como su principal fuente de educación sexual”, señala el informe. Esto no sólo desinforma a los jóvenes, sino que crea una visión distorsionada de la sexualidad: los adolescentes que consumen este contenido suelen recibir mensajes erróneos que afectan a sus relaciones personales y a su autoestima. Entre las principales consecuencias, el documento señala la cosificación, ya que la pornografía fomenta la percepción de las personas como objetos de placer y no como individuos con dignidad. También crea expectativas irreales; los jóvenes tienden a desarrollar escenarios y conductas poco realistas sobre el comportamiento sexual y las relaciones, lo que provoca frustración e inseguridades.

Por otro lado, el consumo habitual de pornografía puede derivar en una dependencia que interfiere en la vida cotidiana. El consumo frecuente de pornografía genera un exceso de dopamina que altera el cerebro, llevando a una búsqueda de estímulos más intensos y a insensibilidad frente a experiencias previas. Según un reciente artículo de Nuestro Tiempo, la exposición temprana en niños afecta a la neuro plasticidad, consolidando patrones neuronales que perpetúan conductas y perspectivas distorsionadas sobre la sexualidad.

Según la guía de la UNIR, la pornografía no es sólo un problema moral “sino también educativo y de salud pública”. Este problema requiere un estudio e información para las familias donde se ofrezcan herramientas concretas para enfrentar este problema. Más que prohibir, el enfoque propuesto por la guía se centra en la educación y la prevención: se recomienda establecer con los hijos una comunicación abierta y crear un ambiente en el que los hijos puedan hablar sobre sus inquietudes sin miedo a ser juzgados. En cuanto a la labor de profesores, se propone supervisar el acceso digital, implementar controles parentales en dispositivos electrónicos y fomentar el uso responsable de la tecnología.

Se trata de brindar una educación integral: hablar sobre sexualidad de manera abierta y adaptada a la edad, ofreciendo una perspectiva realista y saludable que contraste con los mensajes erróneos de la pornografía, e implementar mecanismos de protección sobre todo para los más pequeños.