Entre el cielo y la tierra

Alvaro Serrano

¿Sabía que en Roma se encuentra el único museo del mundo dedicado a las almas del purgatorio?

A escasos cien metros del castillo de Sant’Angello, siguiendo el curso del rio Tiber, dirección al Tribunal de Casación, se alza majestuosa una fachada completamente blanca, que evoca más a una Iglesia francesa del siglo XIX que a las grandiosas basílicas que pueblan la ciudad de Roma.

Este es quizás el primer dato curioso, pues la Iglesia de Sacro Cuore in Suffraggio es una de las pocas en toda la ciudad que conservan el estilo neogótico. Sin embargo, por muy llamativa que sea su arquitectura, esta no es la mayor sorpresa que guarda este templo.  Ni siquiera cuando atravesamos la puerta y contemplamos el precioso retablo, o sus altares laterales con referencias a los ángeles custodios, a san Gregorio VII o a Santa Margarita María de Alacoque… No, todo ayuda, pero el mayor secreto que custodian las paredes de este templo no es de este mundo.

Al pasar por la puerta que nos conduce a la sacristía encontramos a mano derecha una pequeña sala de no más de diez metros cuadrados. En ella, aparecen ante nuestros ojos objetos que parecen pertenecer a otro tiempo. De no ser por la vitrina que los protege, estos estarían cubiertos de polvo. Puedo asegurar que el más nuevo de estos objetos tiene alrededor de cien años, y en cada uno de ellos puedes descubrir que el paso del tiempo ha hecho mella en ellos. Estos objetos, son testimonios del pasado que narran historias, vidas. Para algunos podrían resultar lúgubres, pero -en realidad- son relatos de esperanza: gracias a estos objetos, sabemos que un alma pasó del sufrimiento en el purgatorio a la gloria del cielo

Este es el único museo del mundo dedicado a las almas del purgatorio. La idea fue del sacerdote francés Victor Jouet, quien en 1894 le pareció ver en una pared de la Iglesia la impronta de un alma del purgatorio. Incluso le pareció que esa huella le pedía oraciones. Esa señal sigue estando en la Iglesia escuchando su misa diaria aunque un poco escondida de la mirada de incrédulos y curiosos.  Con un poco de cautela, y pidiendo permiso al párroco, se la puede observar detrás de un tríptico oculto en la pared.

Esa imagen, que apareció tras un incendio, interpeló directamente al corazón del entonces párroco, quien, convencido de que era una manifestación de un alma en pena, dedicó su vida a ofrecer misas por las almas del purgatorio y a buscar pruebas físicas de la existencia de este “lugar” de remisión de penas.

Tras recorrer varios conventos de Europa logró reunir catorce objetos únicos con improntas del purgatorio, almas que pedían desesperadamente oraciones y misas para que a través de estas prácticas, pudieran ser liberadas de su sufrimiento.

Estas improntas o marcas se pueden ver sobre varios breviarios y libros de oración, sobre objetos personales de los videntes, sobre la ropa que llevaban puesta, o incluso sobre una mesa o un billete de diez liras italianas, que dejó un sacerdote en la puerta de un convento para que se ofreciesen misas por su eterno descanso.

Detrás de cada objeto hay una historia, hay una vida, hay una persona, hay un alma, un alma que clama de manera incesante que recemos por ella, que recemos para que gracias a nuestra oración, puedan pasar del lugar del olvido a la presencia amorosa de Dios.

Vale la pena descubrir esta joya oculta en mitad de Roma, esta preciosa Iglesia neogótica que encierra tantos secretos y misterios más del otro mundo que de este. Visitar esta lugar nos invita a hacer oración por aquellas almas que tanto lo necesitan, pues vagan abandonadas esperando una muestra de caridad y amor. Una caridad y amor que tal vez ellas no supieron dar en su vida.

Foto: Alvaro Serrano