El rostro de Cristo vuelve a mirarnos en la cuaresma

La Statio Cuaresmal hace su parada ante el Velo de la Verónica

Álvaro Serrano

El pasado domingo la basílica de San Pedro acogía la Statio Cuaresmal, una tradición que data del siglo IV, a la que se unía en esta ocasión un evento muy especial, que solo se realiza una vez al año.

La estación cuaresmal es una antigua tradición romana, a medio camino entre la liturgia y la devoción, que se realiza en la Ciudad Eterna durante toda la cuaresma. Esta práctica consiste en una peregrinación diaria a una iglesia diferente de la capital. El rito es fácil para el fiel: peregrinar hasta la Iglesia y allí se celebrará la misa y algún rezo especial, como las letanías de los santos o el rosario.

La palabra Statio es una palabra latina que significa “lugar de parada” o “estación”. Esta práctica de piedad ya se realizaba en la Roma cristiana del s.IV, en la que el Papa junto con el clero y los fieles de la urbe se reunían en una de sus Iglesias y celebraban la misa y las oraciones de ese día. Esta Iglesia venía llamada “Iglesia estacional”.

En este ambiente cuaresmal y de peregrinación, el pasado domingo correspondía la Statio a la basílica de San Pedro. A esta celebración se unía un evento que solo se realiza una vez al año: la ostensión de la reliquia del velo de la Verónica.

Durante la oración, se mostró desde el balcón de la columna que alberga la escultura de la Verónica la reliquia. Esta tela, según la tradición, habría sido ofrecida por una mujer — Verónica: que hace alusión a “verdadera victoria” — a Cristo camino del Calvario, y en ella quedó impresa milagrosamente la faz del Señor. La tela está dentro de una bandeja cubierta con un cristal y metal, con algunas piezas de orfebrería para la veneración de los fieles una vez al año.

La ostensión de esta reliquia es un eco del misterio de Cristo y de su Pasión. La reliquia se une simbólicamente a las otras tres reliquias que se conservan en las otras tres columnas que sostienen la cúpula de San Pedro. Estas son: la lanza de Longinos, que atravesó el costado de Cristo, como narran los evangelios; la cabeza del apóstol San Andrés, el hermano de Pedro; y un fragmento de la Santa Cruz, que Santa Elena recuperó y portó con ella a Roma.

Estas cuatro reliquias representan pilares de la fe cristiana: el martirio, la pasión, la testificación y el sacrificio, recuerdo vivo del testimonio de los primeros cristianos, custodiados en el centro de la fe.

Este evento extraordinario, con una gran carga emotiva, de espiritualidad, belleza litúrgica y significado teológico, marca uno de los momentos más intensos de la Cuaresma de cada año, y prepara a todo fiel para adentrarse con el corazón más esponjado en el triduo pascual, momento eminente y principal de nuestra fe.

Foto: Revelación del Velo de la Verónica en el Domingo de Pasión en la Basílica de San Pedro. Créditos: Daniel Ibañez, EWTN News