Guillermo Andrés Escobar Trujillo
En la ciudad de Belén, frente a la imponente muralla de concreto que separa a Cisjordania de Israel, un ícono brilla entre el gris: “Nuestra Señora que hace caer los muros”, pintado por el artista e iconógrafo británico Ian Knowles. La obra, realizada en 2010 a petición de la comunidad cristiana local, se ha convertido en un punto de encuentro y oración cada jueves por la tarde, cuando un grupo de fieles se reúne a orar por la paz, la justicia y la reconciliación.

El icono representa a la Virgen María en actitud de dolor, con una mano sobre su vientre de mujer embarazada y otra sobre su frente. Viste el manto rojo típico de la tradición bizantina y pisa la luna, como la “mujer vestida de sol” del Apocalipsis. Pero lo que más llama la atención no es solo su belleza estética, sino el clamor espiritual y político que encarna: María se presenta como una madre que sufre con sus hijos, que observa las divisiones humanas y pide que caigan los muros, tanto los físicos como los del corazón.
Un regalo y una misión
En estos días, este símbolo ha adquirido nueva vida gracias al compromiso de don Giuseppe Sgambetterra, sacerdote italiano que vivió cuatro años en Jerusalén (2020–2024) estudiando Sagrada Escritura y conociendo de cerca el sufrimiento cotidiano en Tierra Santa. Don Giuseppe ha recibido de manos de Ian una nueva versión del icono, ligada particularmente al dolor actual de Gaza. “Hoy me ha sido donada esta imagen de la Virgen que hace caer los muros —dice—. Fue pintada durante los funerales del Papa Francisco, como un gesto de oración por el pueblo que sufre”.
La nueva iconografía une el símbolo de Belén con otro muy querido por el papa Francisco: María Desatanudos. En esta fusión, la Virgen aparece deshaciendo entre sus manos los nudos de la injusticia, la guerra, el odio y el miedo. Entre ellos se entrelazan también las piedras de Gaza, como señal del camino duro hacia la paz.
“María se presenta sufriente, pero con el rostro lleno de esperanza. Está encinta, en los dolores del parto, a punto de dar a luz a Cristo, nuestra paz”, relata don Giuseppe. Y con la entrega del nuevo icono, recibió también un encargo: difundir una cadena de oración en todo el mundo, una red espiritual en la que la Iglesia Universal se haga próxima a la pequeña Iglesia de Gaza, que hoy más que nunca se siente sola. Una pequeña comunidad que estaba acostumbrada a escuchar la voz del Papa Francisco, el cual llamaba vía telefónica cada noche a las 20:00, gesto que mantuvo hasta el final.
La luz que derriba los muros
Esta novedosa advocación mariana nos recuerda que los muros más difíciles de derribar no son de cemento, sino los que se levantan en el corazón: miedo, egoísmo, indiferencia. Don Giuseppe, desde su experiencia como confesor, ha escuchado el dolor de muchas madres por las divisiones familiares, y afirma: “También María, nueva Eva, sufre por cada odio entre hermanos, por cada muro que divide”. Pero María no solo acompaña el dolor: ella intercede. Como Madre de Cristo, nuestra Paz, es también puente de reconciliación. “Ella puede regalarnos la paz —dice el sacerdote— porque la ha llevado en su seno”.
Al recibir el icono, confiesa que su mirada lo conmovió profundamente: “Sufriente, pero llena de esperanza. Me llama a la oración con la certeza de que los muros pueden caer”. Desde entonces, cada noche a las 20:00, reza por Gaza y por la paz, invitando a todos a unirse en esta cadena espiritual. Porque, aunque parezca imposible, María es la mujer del imposible. Y todo es posible para Dios.