Francisco: Aprender a valorar a los ancianos

Alejandra Martínez

Una de las expresiones más conocidas del Papa Francisco es su invitación a oponerse a la “cultura del descarte”, aquella que arrincona a los sujetos más débiles de la sociedad. En las últimas audiencias de los miércoles, el Papa ha vuelto sobre ese tema señalando cómo la tecnología, el culto por lo inmediato y el utilitarismo han influido en nuestra visión de los ancianos.

La preocupación del Papa llega en un momento en el que tenemos ante los ojos las imágenes de los ancianos ucranianos refugiados entre los muros del metro, el escándalo sanitario de las residencias geriátricas gestionadas por la empresa Orpéa, de Francia, o la preocupación creciente sobre el envejecimiento de la población.

Un ejemplo de “descarte” lo presenta el libro de Les Fossoyeurs, del periodista Victor Castanet, que ha provocado que se encendiesen las alarmas en el sector geriátrico. Han aumentado las denuncias graves por faltas que van desde el homicidio involuntario o la puesta en peligro de la vida de los ancianos, hasta negligencias médicas y abusos psicológicos. Se acusa a esas residencias de falta de material básico de higiene, comida escasa, poca atención médica a pacientes e incluso de maltrato físico. El silencio es el primer cómplice, ya que la persona mayor no suele denunciar su situación a causa de su limitada comunicación, su débil posibilidad de acción y falta de información.

Lo preocupante es que el envejecimiento de la población es cada vez mayor. A nivel mundial, según una investigación de Sandra Huenchuan, entre 2015 y 2030 la población de 60 años pasará de 900 millones a más de 1.400 millones de personas. Ello supone un incremento del 64% en tan solo 15 años, siendo el grupo de edad que más crece. Europa continuará como el continente más envejecido del mundo; en España se calcula que en 2050 la población de 65-80 años supondrá el 33,2%, y los mayores de 80, el 12%. Esto representaría que el 45% de la población será mayor de 65 años.

Mayor atención

Los números son elocuentes. Es necesario cambiar el modo en que la sociedad ve la vejez y el final de la vida. En sus últimas audiencias, el Papa ha hablado sobre la necesidad de contrarrestar la cultura del descarte prestando mayor la atención a los más ancianos.

El Papa reconoce que la vejez impone ritmos más lentos; por eso, la sociedad -obsesionada con la velocidad y con el sentido de urgencia- exalta a la juventud como única edad digna de encarnar el ideal humano. Se acaba así despreciando con facilidad la vejez, vista como fragilidad, degradación o discapacidad. “Es indispensable el apoyo recíproco entre las generaciones, para descifrar las experiencias y confrontarse con los enigmas de la vida. En este largo tiempo, lentamente, es cultivada también la calidad espiritual del hombre” dijo el Papa en la audiencia del pasado 2 de marzo.

Uno de los principales problemas es la indiferencia y el descarte del mayor por su poca “aportación” a la sociedad. Para combatir esta visión, es necesario fomentar una cultura que revalorice la vejez. El Papa Francisco propone buscar un diálogo entre generaciones, entre jóvenes y ancianos. “Un joven que no está vinculado a sus raíces, que son los abuelos, no recibe la fuerza —como el árbol tiene la fuerza de las raíces— y crece mal, crece enfermo, crece sin referencias.”

Los mayores aportan un potencial de madurez y sabiduría a la sociedad. El Papa propone tener el interés de “perder el tiempo” con los ancianos y no dejarse llevar por la prisa. Las ideas del Papa ayudan a poner las cartas sobre la mesa y pensar en una solución para valorizar y mejorar la atención a las personas mayores, que en poco tiempo serán además el segmento de edad más numeroso a nivel global.

(Foto: Vaticannews.va)